[Primera parte]
Caramelos en el fondo de tu alma
Recorriendo los abismos de tus penas
Algunas clases imaginarias de batería
No alcanzan para fortalecer
Los bíceps en tu colmena
Encontramos en el poder de las amígdalas
Volcanes melancólicos de neblina
Lluvia existencial de amianto
Desgaja una por una las mandarinas de la vida
Y un japonés intrascendente allá en su época
Se desdibuja los dedos tocando la ocarina
El ruido del mate
Me llega como una gota de rocío a un jazmín
“¿y el vuelto de la vida donde lo recibo?”,
Pregunta un bandoneonísta acristalado,
Desmigajada su alma en diferentes partes del mundo
Isis y Osiris protegen a los cortos de vista
Descendiendo sobre las estrías del no-pensamiento lunar
Ocupando como viles tortugas hipnotizadas
El agua pesada y negruzca
Que crece y se estanca sin fin
En las palanganas astrales
La arena de las mentiras no puede surgir
Sin tallos que la fermenten
Imaginando los corales efervescentes
En las grietas que esconden ultrasonido
De un arruinado templo egipcio
Los guitarristas lloran gotas de marfil rojo y verde
Suspendidos en el aire de buenos aires
Y usando las nubes, a veces de pañuelo,
A veces de almohada,
Le piden perdón a sus dioses
Por haber rebelado los secretos del universo
(con ayuda de sus múltiples amantes de madera)
Abajo, en las plazas y los parques
La gente no se sorprende al ver caer el marfil
Y los fluidos indelebles
Los conductores, en las avenidas
Miran el cielo y se encogen de hombros
“¿Y que quiere –comentan con sus vecinos-,
si vivimos en una ciudad
que los años luz hacen girar como calesita?”
Alguien muere en Indochina
Y la tierra se agita, marchita
Un perro lame otra vez sus heridas
Y un violín inmaterial lastima los oídos de los muertos
Y la sombra oscura de tu mente no comprende nada
Solo vaga de aquí para allá, amarilla
Incandescente
Pobre anguila de aguas dulces
Surfeando las corrientes
Que muelen el oro rojo en sus entrañas
Vuelven a crecer sobre un triste mar herido
Los inmundos laureles corrompidos
De un romano con el diablo en cada ojo
Que supo creerse ingenuamente, alguna vez
Emperador del reino de las avispas
¿Y que pasa las tardes azules con los canguros de jade?
(Se me ocurre que ellos solo tocan sus instrumentos con la mente)
Por favor, que algún dios azucarado y embarrado
Bendiga a éstos amigos de lo innombrable
¿A que amargarse por las cáscaras podridas de una sutil naranja?
(el mundo está lleno de idiotas, si vamos al caso)
Por supuesto, no se trata de gente sin alma
Sino de simples personas
Que no respetan el paso de sus sombras aladas
Allá, en la cumbre de los pirineos
Un cazador asmático alimenta el fuego
Con leña especial para soles negros
Se le achica el corazón, colgando de una rama mientras se seca,
Al escuchar una balada de desconocidos instrumentos extranjeros
Dedicada al nuevo “Ptolomeo”,
Oscuro abismo que se escapa de los cielos
Desafinando una vez más al rey y señor del universo
[Segunda parte: Naranjas, sogas, y caña]
(“… -¡No manches! –dice la chava...”)
Los soles del universo
Se juntan una vez más en sabio consejo
Para decidir que hacer con los supuestos “espejos”
Que perturban a las esferas de luces,
Renacidas y oscurecidas por el mar Egeo
Se decide, una vez más
Invocar a un antiguo compañero
Cae así el pergamino con la orden
En forma de flecha de plata anaranjada
Se hunde en la carne de la tierra,
Atravesándola sin problemas
Como su dedo en una mousse de chocolate
Que solo soy capaz de hacer en mi piano,
Extracto de maderas de felpa,
Únicamente para ella
(la flecha parece roja bajo la tierra)
Atraviesa los círculos de lava en un santiamén, sin pena ni gloria
(Algunos le chistan incoherencias,
pero ella no da bola)
El viaje termina en los aposentos
De uno de los primeros griegos
Éste, acostumbrado a la dinamita y las termitas
No se enoja cuando la flecha (ahora violeta)
Interrumpe la pureza de sus sueños,
Nostálgicos de pegasos y primaveras
De las profundidades del centro de la tierra,
Emerge el músico, elevándose
Con su lira verde uva y aceituna de los 1000 y 1 sonidos
Visualizando el lugar perfecto,
Se planta con decisión
Sobre los gigantes vegetales del amazonas
Y una vez conectado su instrumento a las venas y arterias de la tierra
Toca para el mundo su música
La misión otorgada es doble:
Enseñar a los humanos el verdadero sentido de ésta palabra
Y purificar con los sonidos sus almas,
Limpiándolas de todo el mal
Que estas pequeñas pulgas rabiosas
Ocasionan al equilibrio místico del universo
Pero fracasa, apenado, el griego,
Despertando la cólera y la sorpresa
De los dioses de todas las religiones
¿Qué va a escuchar la gente,
si ni siquiera son capaces
de verlo flotar sobre los árboles?
Abren, entonces, los 7 soles que todo lo gobiernan
El sobre marcado como “plan B”
Y procedenCon el otro tipo de limpieza