El felino ataca al acaecer la noche
Los frutos mueren a su paso, podridos de neblina
Bajo las montañas se escuchan los últimos bramidos
Del cancerbero reducido por golpes de navajas sigilosas
Aurora espectral que traga con ahínco la amargura de las rosas
Distantes los ojos que se miran a sí mismos desde el ocaso
Mutilando las sombras de los inocentes
LA voz escupe fuego contra los oyentes
Cuerpos mohosos con orejas sin cartílago
Puestas las sandalias que un día desafinarán el inframundo
Empédocles lanza su maldición a los árboles, lagos y, sobre todo, a los hombres
(especie esta a la que no pertenece)
Esquivás las gotas azulinas que caen del techo
Sentado en tu sillón de plata carcomida
Solo las criaturas con alas penetran tu morada
Son pocos los sabios capaces de advertir…
…que la muerte les llega cuando ya no les sirve para nada…
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